Al hablar de las labores del hogar, podemos pensar en dos tipos de trabajo: los proyectos, y las tareas recurrentes.
Por un lado están los proyectos, que tienen un inicio y un final determinado: organizar el clóset, hacer un sistema de archivo para tus documentos, redecorar una habitación. Se inicia y se termina.
Por el otro, están las tareas recurrentes. Esas que, querramos o no, no se terminan, no tienen un final determinado.
La limpieza en general, y el mantenimiento de tus sistemas de organización son tareas recurrentes.
Hoy hablaremos de la limpieza, desde la perspectiva de tarea recurrente.
Cuando realizamos maratones de limpieza, en el fondo deseamos que la limpieza sea un proyecto. Dentro de nosotros pensamos que está bien matarnos limpiando, destrozarnos las manos y dejar la casa perfecta HOY, porque ya nunca más tendremos que volver a agarrar un trapo.
Y nos llevamos la peor sorpresa cuando, unos días después, la casa está otra vez igual que antes de nuestro maratón de limpieza.
Qué desmoralizante no? Nos sentimos con ganas de llorar o de salir corriendo, porque «en esta casa nada dura».
Pero en realidad el error está en nosotros mismas, porque no estamos viendo la naturaleza «recurrente» de estas tareas.
Las abuelas de nuestras abuelas hicieron tareas de limpieza, y te apuesto a que tus tataranietos también tendrán que hacerlas. Tal vez de aquí a eso ya los robots se encarguen de ellas, pero el polvo y la mugre siempre van a existir. No vivimos en un planeta de metal, y aunque así fuera, nosotros mismos generamos polvo al desprendernos de células muertas.
O sea, siempre tendremos que limpiar.
Por lo que es un error querer hacer todo hoy para no volver a hacer nada después. Con este pensamiento, estamos destinados al fracaso y la desilusión.
Es entonces donde llegan a nuestro auxilio los hábitos diarios, esas tareas «no negociables», que tenemos que acostumbrarnos a hacer sí o sí, día con día, así llueva, truene o caigan rayos.
Los hábitos diarios tienen un fuerte impacto en nuestro hogar, y créelo o no, su efecto es mucho más duradero que esos maratones de limpieza de 16 horas que acostumbras sufrir los sábados.
Cómo iniciar a realizar las «tareas no negociables»?
Si todavía no has implementado las «tareas no negociables», si tu casa está seriamente necesitada de «amor», o si te sientes tan apachurrado que no ves la luz, te recomiendo comenzar con una solamente, y te recomiendo que esta sea lavar los platos.
Haz un compromiso contigo mismo, de no irte a la cama por la noche sin haber lavado los platos.
Hazlo hoy, y mañana, y el día siguiente también.
Durante 21 días seguidos. Sin falla. No interrumpas la secuencia.
Luego de estos 21 días, agrega otra tarea no negociable. Puede ser hacer la cama, recoger la ropa sucia, poner una carga de ropa a lavar, recoger los desechos del perro, no sé. Escoge otra tarea, y vamos de nuevo, por 21 días.
Así, hasta que logres hacer unas 3 a 5 tareas no negociables todos los días sin falta.
Estas pequeñas tareas te ayudarán a comprender que no hacen falta maratones de limpieza para ver un cambio positivo y duradero en tu hogar. También te mostrarán que para ver un cambio positivo en la casa basta con unos cuantos minutos al día. Y lo más importante, si haces los no negociables, tu casa no entrará en modo «caos».
Te animas a experimentar el poder de las tareas no negociables?
Espero que sí, y que me cuentes cómo te va con ellas.
Recuerda: la limpieza no es un proyecto, no tiene un principio y un final. Lo más sabio es entonces, adaptarnos a esta «cualidad», y ver de qué manera logramos hacerla más fácilmente.